“Como aquella diosa cazadora, prohibida para los hombres…”
Subió e hizo que el tiempo se detuviera. Ya no importaba el dialogo con mi compañero de viaje. Era ella, la pelirroja anónima, la de los ojos tristes, la que jamás se percató de mi existencia.
No le hablé, no me habló, ni si quiera supe su nombre, pero me gusta llamarla Artemisa cada vez que la veo en los rincones de la memoria distorsionada por los sueños. Como aquella diosa cazadora, prohibida para los hombres, porque mi musa de rojos cabellos me fue vedada por la timidez, pero me cazó con una flecha la mirada y el pensamiento, me sedujo con su aura melancólica y me llevó fuera de aquel sobre poblado lugar en el que “no nos conocimos”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario