Mal parado me pillo el 14. Muerto de calor, lleno de arena y rodeado de gente que no conozco, todos con ganas de perderse entre el alcohol y el amor rápido.
Y la verdad me sorprendió, por que aun entre toda esta gente no pude escapar de esa maldición de San Valentín. La misma soberana “huevá” que todos los años parece acosar a todos aquellos que al amor les va con poco cuidado, o que simplemente no les pega con rosado y florcitas.
Y no es el típico grito defensor del espíritu de las festividades que dice que en todo el mundo globalizado se comercializa todas las fiestas. De hecho, quien haya sido o no San Valentín me importa mas o menos lo mismo que la identidad del conejo de pascua. La verdad, con la mentalidad del chileno promedio, me sorprendería que algo no se comercializara. Es cosa de ver a los de Maggie (los caldos) que inventaron el día de la sopa. Reverenda “huevá”, pero la analogía es la misma.
Es más como una protesta contra el no poder pasar tranquilo la semana anterior y posterior al 14 sin tener que escuchar algo relacionado al amor, o la pareja, o las flores o los chocolates. No poder ir al supermercado o simplemente estar en un paradero sin tener que tragarme obligado todos los rezos y dichos sobre el cariño y el corazón que promete eternidad. Y claro esta, tener que aguantar durante todo el
En fin, corto y resumido, Quiero poder pegarle una evasión a las flechas de cupido sin tener que ser golpeado por las piedras idiotas de los publicistas del amor.
Feliz día de las charadas.
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