"Todo lo que te han dicho es mentira"

lunes, 4 de junio de 2007

Gente Gente Gente

Por Vainilla


¿Han notado que hay gente que parece que conociéramos desde siempre? Como cuando vemos a alguien y pensamos “Yo lo conozco de alguna parte”. Y especulamos sobre ellos, el amigo de un amigo, o el hermano del amigo de mi primo, o la vecina de compañera del colegio en el que estaba en 2° básico, y cosas así…

Bueno, de esas personas, hay unas que son aun más importantes. La gente que te marca, que es muy muy especial y difícilmente sabe tu nombre, o te ha saludado alguna vez, y si lo ha hecho es por cortesía más que por gusto, o al menos eso nos hace creer.

Existe una niña, no sé su nombre, pero podría decir muchas cosas de ella, como cuál es su color favorito, quién es su mejor amiga, dónde suelo verla y cosas cómo esa. Ella, debe tener la mitad de mi edad, quizás menos, pero ni yo sospechaba lo entretenido que puede ser para mí verla jugar en los recreos, o sonreír cuando le cedo mi lugar en el espejo del baño.
Hace algunos días, mientras esperaba en la biblioteca, la vi acercarse, pasó junto a mí y me ignoró. Me di cuenta entonces (sí, sólo entonces), que no sabe nada de mí, que ni siquiera debe reconocer mi rostro, y me dieron ganas de decirle que tiene una vida genial y que cuando se ríe y sigue siendo niña, y no trata de verse mayor como sus compañeras, entonces me hace feliz. Y después pensé que quizás yo haga feliz a alguien también, quizás también hay alguien que me mira y piensa que lo puedo hacer feliz, y pensé en todas las personas que pueden haberme visto y pensado que me conocían de alguna parte, pensé en el chico que nunca pensé que me hablaría cuando era pequeña y hoy es mi mejor amigo, pensé en la gente que veo a diario y no conozco, pensé en cuánta gente sabe mi nombre, ha estado en mi casa, conoce a mi familia y sabe mucho menos de mí que la gente que sólo me ve a veces, esa gente que no saludo porque no conozco. Y pensé, entonces, en la gente que he conocido últimamente, en la gente que me ha dejado de hablar, pensé en lo lindo que es tener nuevos amigos para decirles que los necesitas sin tener miedo de parecer cursi, y lo difícil que se me hace decirle a alguien que me importa, lo extraño que es que la gente piense que la odio, cuando en verdad, los necesito mucho, o pienso mucho en ellos, o a ratos, me encuentro observándolos, y pensando en lo afortunada que soy de conocerlos. Pensé en mis amigas y en las tonteras que hacemos juntas, y en lo mucho que las necesito y en que nunca se los digo. Pensé en los chicos que me han gustado, en lo tonta que parezco cuando me pongo nerviosa por su culpa, en lo simple que es hacerme feliz, en lo complicada que me pongo cuando se trata de serlo.
También creí haber encontrado la respuesta al asunto que me ocupa desde hace unos días, y es que uno suele pensar que tiene la vida resuelta, o al menos estará tranquilo por un rato y es entonces cuando más se complica. Me di cuenta que hay tantas cosas de las que no me he enterado, tanta gente como yo que no se atreve a decir lo que siente, y tanta gente (como yo también) que dice cosas que piensa que no debería decir, y luego pierde tiempo lamentándose, cuando en el fondo, hace a todos más felices con eso. Y pensé entonces, que si logro hacer feliz a alguien, aunque sea una sola personita chiquitita chiquitita, pues entonces podré sentirme especial, y creí que todas las personas a las que me descubrí observando a ratos son especiales, porque me hacen feliz. Porque aunque no se den cuenta, son lo que mucha otra gente quisiera ser; son, lo que yo quisiera que la gente viera en mí.

Hoy, mientras observaba a la niña de nuevo, pensé que es genial que haya gente tan importante que el solo hecho de mencionárselo nos da risa y se ve muy lejano, casi imposible, y que es genial que a ellos les pase lo mismo, y que cuando pensamos que las cosas deben ser calladas, es entonces cuando se dicen, y las palabras son torpes, y hacen tambalear todas las decisiones que hemos tomado después de pensar largamente (demasiado, a veces), son cosas que por insignificantes que parezcan nos hacen sentir pequeñitos, indefensos, con ganas de escondernos bajo la cama y esperar a que las cosas se calmen, y eso hacemos, esperamos. Y al final nos da risa y nos sentimos un poco menos solos, y a veces, hasta nos hacen pensar que podríamos pasar el resto de nuestras vidas conversando con alguien así, que hemos encontrado a alguien a quien gritarle cuando el mundo conspira contra nosotros y culparlo cuando hemos tenido el peor día de nuestras vidas, porque es la única persona que entendería que lo único que pedimos es que se rían de nuestras pataletas y nos abracen y nos digan que todo va a salir bien.

Ahora pienso que no me gustaría que la vida pareciera como antes, resuelta y tranquila, sólo pediría que mi vida fuese como la de un cuento de niños, no con hadas ni príncipes azules, sino, con un final feliz.
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