Creo que en los inicios, más o menos hace un año, el tema del plan Transantiago me emocionó, por que claro, tener el metro a tres cuadras de tu casa (si, vivo exactamente a tres cuadras del metro estación Príncipe de Gales) es algo que no deja de tentar, mas aún si van acompañadas de unas promesas de micros mejores. Y es que así lo vi en algún momento, en mi imaginación hasta llego a sonar algo como “(...) Y más temprano que tarde se abrirán los proyectos de reconstrucción de
No crean, por favor, que este ataque irascible contra el (¿buen intencionado?) proyecto del ex Gobierno de
Todo partió con la primera corrida de micros nuevas, las intachables orugas, el servicio mejorado (¡oh no!, ya basta de tío micrero, ahora es señor operario), lo limpio de los buses. Toda la publicidad estaba hecha, toda la especulación y futuro acontecer nacional pesaban sobre el juego de ruedas de aquellos armatostes verdes con blanco. Y ahí, en el momento de la verdad, como dicta la regularidad criolla, fallaron. Me dio hasta algo de lástima ver a la gente varadas como ballenas sin remedio en los paraderos. Me dio lástima ver como a ultima hora trataban de programar los letreros digitales de los micro buses. Tragicómico encontré la errata en la medición de la altura de las nuevas micros y el puente, que no calzaban. Y todo quedó para la historia, nadie es demasiado rápido para el circo de los medios. Aunque a fin de cuentas, era un poco divertido, después de todo, nunca me afectará a mí – pensé.
Pero luego todo se fue acercando a mi realidad. Las fases del famoso plan de movilización se fueron sucediendo, y así entonces fue el turno de la línea 4 del metro (o al menos una parte de ella) Al principio si, me emocioné, y aún lo encuentro útil. Pero claro, no podía estar exento de sutiles detalles. El primer gran detalle que fue algo difícil no tomar en cuenta fue que la línea no estaba terminada en su totalidad. Varías estaciones aún no estaban listas para ponerse en marcha (y no lo estuvieron hasta muy poco) y sin embargo se abrieron otras estaciones, quizás para aparentar que todo había sido muy diligente y que los proyectos en Chile se entregan a la hora, pero vamos ¿a quien quieren engañar?. Luego se presentaron algunos muy pintorescos detalles de infraestructura. En la línea 4 del metro, específicamente en la estación Príncipe de Gales hay ciertas filtraciones de agua. Y decir ciertas la verdad es poco, por que abajo, en los rieles corre a ratos un pequeño riachuelo, y las paredes gotean seguido. Uno pensaría que, en el peor de los casos, es justificable una que otra pequeña falla, errare humane est, como suele decirse, pero el miedo comenzó a entrarme cuando empecé a pensar en las múltiples y abundantes lluvias de invierno. ¿Y entonces que harán? Seguramente encontraran otra ingeniosa solución, cómo la de las goteras en la estación P. de Gales (colocaron un embudo, con una manguera y un balde que recibía las gotas, muy elegante, desde luego). Aún así, espero nunca tener que bajar con impermeable al metro.
Y a pesar de que creí haber pasado todos los malos tragos del Transantiago aún me quedaba por beber.
Fue el día antes de que sacaran las 812 (u 817 según la fuente) micros amarillas de circulación. Fue el día antes que sacaran a esas ocho centenas de fieles transportes y en cambio nos dieran 250 buses nuevos. Fue ese día donde algunos recorridos pintaron con cal blanca en sus vidrios “Adiós pasajeros, muchas gracias”. Creo que si alguna vez me había sentido conmovido por una causa ajena, fue en ese momento. Recordé esa tarde, sin estar exento de una cuota de nostalgia, los paseos suicidas de las micros, que a pesar de infringir al menos unas tres leyes de transito al mismo tiempo te dejaba a la hora, los tíos micreros que, depende el día, te llevaban por menos plata, los pintorescos, talentosos y no talentosos, músicos ambulantes, los artistas, payasos, hasta los heladeros que impusieron moda con su corte ‘’chocopandero’’. Y creo que eso fue todo lo que le dedique al tema, después de todo ¿era necesario mas ruido si al fin y al cabo todas estas micros se sacrificaban en pos del bien común y un nuevo y eficaz servicio?. Pero el día Lunes siguiente al intercambio en la locomoción me di cuenta que me equivocaba con eso de eficaz.
Horror, los mismos errores se repetían. El servicio no rendía, los horarios no se cumplían, la lentitud, la tardanza. Creo que tropezar una vez con una piedra es entendible, hacerlo dos veces, es chileno. Si, aquel día fui parte de la población chilena que llegó tarde, que se entumió los dedos esperando los supuestos diligentes buses y que de seguro tuvo que caminar cuadras y cuadras para tomar otra micro, ya que la prometida jamás pasó.
Después de haber vivenciado todo esto, me pregunto si en realidad fue necesario entregar el proyecto en los últimos meses de Gobierno de Ricardo Lagos. Me pregunto también si no habrá sido mejor sacrificar esos puntitos extra de aprobación por el bien de la población que se había jurado beneficiar. Entonces ¿Se puso en marcha el Transantiago “en fecha” para impresionar y dar apariencias en la ultima recta de la carrera? Estoy realmente seguro que por unos meses más o unos meses menos la gente no hubiese alegado (tanto), y también estoy seguro que de haber sido bien planeado y hecho a conciencia, no por dar apariencias y rendir fechas si no por que en realidad se quiere lo que se hace, hoy en día el Transantiago estaría casi exento de fallas y de verdad hubiese sido un broche de oro para el ex Presidente. Y entonces, una ultima duda me ataca: ¿Señor Lagos, a quien quería impresionar?.
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