¡Oh, mis estimados lectores! No, no es que los tuviéramos olvidados, sino más bien ha sido un reequilibrio de tareas y horarios que nos tiene un poco locos. Muchas cosas pasan por este lado de la pantalla y es tiempo de que nuevamente las compartamos con el universo de pencas que se ha empezado a aglomerar en torno a esta web.
Pasó hace unos días, luego de un contundente almuerzo en Elkika, nos sentamos con unos amigos en una banca, cerca de una esquina a bajar los sándwiches y a fermentar la cerveza. Fue entonces cuando la rutina que poco a poce se desvanecía aquél sábado después de una apestosa semana, salía corriendo y daba alaridos.
Me explico. Uno de los “pacos” (y lo digo amablemente) se paró frente al kiosco que nos separaba de la calle y rígido –como guardia del Palacio de Buckingham- se quedó estático mirando el horizonte y hablando de cuando en cuando por radio. Al otro lado de la calle, un guardia municipal esperaba en una farmacia abierta, mientras otro señor carabinero estaba apoyado sobre la pared en la misma posición de su colega.
Entonces la adrenalina empezó a gestar todas esas visiones imaginarias en las que ves correr a un sujeto y a la policía, en una volada de película gringa, persiguiéndolo pistola en mano. Estábamos expectantes.
El clima tenso se elevó cuando el paco más cercano a nosotros desabotonó la funda de su arma y colocó disimuladamente su mano sobre ella. El dedo estaba sobre el gatillo, pero la pistola no salía. En ese momento todos sabíamos (incluyendo la viejita sentada en el otro banco) que “ALGO” iba a pasar.
Esperamos y esperamos.
De un momento a otro, los pacos hablaron por radio, se hicieron señas y subieron a sus motos. Y así se marcharon, dejándonos a todo un sentimiento de insatisfacción tremendo.
¿Qué pasó? Ahí se acabó la película. No, no era eso. La vida es y no es película.
Dato Gastronómico:
Elkika Ilmenau
Sándwiches enromes y a un buen precio.
Hernando de Aguirre 43, Providencia.
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