"Todo lo que te han dicho es mentira"

viernes, 2 de marzo de 2007

El Último Asalto

Por Junio



-¡Corre, huevón! – le grité a mi compañero mientras éste se quedaba atrás. Los tacones de las botas contra el empedrado repicaban cadenciosamente, mientras que, de fondo, se escuchaban los gritos ahogados de los fúsiles. Nos seguían hace cuadras, el Gato lo tenía muy claro y se dio el lujo de tropezar. Yo sudaba como perro, es la última vez que me pongo un pasamontañas, total, si nos quieren matar ¿a quien le importa si nos ven o no la cara?. El Gato se está quedando, le falta agilidad al viejo. Todos le dijimos que no estaba para éstos trotes, pero muy orgulloso el huevón, se agiló y ahora lo van a pillar, si es que tiene suerte y no se lo bajan con plomo. Enfilo por una calle anónima cuesta arriba. Falta poco para llegar al edificio Centro Sur, donde teníamos que juntarnos.

No hay nadie, por la cresta, ni siquiera el Negro José que tenía que estar esperándonos por si pasaba lo que de seguro está pasando. Los disparos no han parado. No sé qué cresta ocurre, la verdad, si el tramite era entrar, matar al viejo culeado y apretar cuea cómo se pudiese. El Gato no llega. Quizás se tomo un atajo, cómo está tan mal hecha ésta mierda de ciudad nunca faltan los callejones y menos las viejas copuchentas que por metidas terminan abriéndole a uno la puerta para que se escape. Ojalá haya sido eso, por que, o si no, fijo que lo mataron. O sea, como es de choro el Gato ni cagando se deja apresar, y como no se deja apresar es harto más fácil pegarle un tiro.

Habíamos salido al alba, y ahora entre viaje y viaje se oscureció. Debería hacer frío, pero la verdad es que con el chaleco, el pañuelo y el pasamontañas yo me cago de calor. Estoy preparado en todo caso, al rato que se asoma un paco yo me esfumo.

Ahí viene alguien, voy a cachar quien es

-Guatón Rojo, menos mal que llegaste-

-Huevón, quedó la cagada-

-¿Que pasó?-

-Alguien se fue de hocico, llegaron los pacos en la mitad del hueveo-

-¿Los pacos no más?-

-No sé, huevón, quizás hasta habían tiras metidos-

-¿No cachaste si llegó alguien vivo?

-Detrás de mí venían unos pájaros nuevos, los del sur, que se habían encontrado con el Gato-

-Y ese está vivo, entonces-

-No, huevón, si está trotando muerto-

-¿Y el Machaguay?

-Se quedó en el tiroteo-

-¿Los de allá están todos muertos?-

-Parece. ¿Vos de donde saliste?-

-Me vine cuando vi al viejo tirado en el suelo-

-Lo mataron entonces-

-No estoy seguro. ¿Te siguieron los pacos?-

-No estoy seguro-

-Chucha, ahí vienen los del sur con el Gato, que apenas se mueve-

-Saca la Luger-

-¿Pa’ que?

-¿No escuchai los disparos, huevón?-

Listo, lustré el arma, guardé la Luger, empaqué el chaleco y el pasamontañas. El pañuelo me lo llevo puesto. Todavía no me pasa el desayuno. Es que no se puede, el pan está mas duro que la cresta y se me acabó la leche.

En un rato pasa la liebre con todos los compañeros. Repaso las instrucciones que nos dieron anoche “... a las 6am todos en pie, preparados para ir a Santiago. A las 6:30 dejamos Rancagua y a las 8:00 a mas tardar estamos en el Pub Nacional, que está reservado a nombre de Joaquín Pedreros...” Ya son las 6:30 y éstos pelotas todavía no llegan, linda la huevá “... llegando allá dos hombres abrirán las puertas. Ya dentro se les dispara a todos los guardias que se opongan. Al viejo se le localiza, y se le dispara, sin preguntas ni dudas. Hay cuatro salidas. Luego todos nos juntamos en el edificio Centro Sur, un par de cuadras arriba del edificio del blanco” Ahí llegaron, parece, se cacha al tiro por que la liebre del Juaco es vieja, y suena bastante más de lo que debería.

Arriba nadie sonríe. Todas las miradas se entretienen en la ventana. No somos tantos, la verdad, así que pocos se sientan de a dos. La liebre ruge (o se queja) y todo tirita apenas se pone a andar el cacharro. Los fierros suenan y los asientos crujen. No se escucha nada. Más adelante está el Gato.

-Huevón, Gato. ¿Vos también vas?- pregunto

-¿Y? ¿Queríai que me quedara en Rancagua mientras arman la revolución?-

-A vo se te pasó la hora de la Revolución-

-Nada de huevadas conmigo, pendejo insolente-

-¿Viste? Sí hasta hablas como viejo-

-¿Qué?-

-Micro culeada- el estruendo general apaga mis ultimas palabras. Decido probar suerte con la ventana y el paisaje que varía entre plantaciones y viñas, o algo que parecen viñas.

Vamos llegando, menos mal. Estaba hastiado: la micro que se mueve, que tirita, que se queda en pana; el viejo que me habla, que no me escucha y se amurra, como si fuese a hacer algo importante en la misión. El pub es una mierda, la verdad. No tiene ni bar. Las mesas las amontonaron en un rincón, junto con las sillas y lo único que queda es un salón enorme, desnudo. Es tarde, al menos para mí. El tiempo se nos fue mientras íbamos a buscar a los compañeros de acá de Santiago. Tipo cinco y media comienza a oscurecer. Me imagino que alcanza el tiempo para comer algo y que los afanosos del sur se peguen una mirada de reconocimiento, a ver si hay mucho paco o si el viejo está acompañado.

-Compañeros- habla el comandante, ese huevón con complejos de lider izquierdista que no se la puede –... estoy orgulloso de verlos a todos reunidos, preparados para este ultimo golpe al cruel mandato... - no sé que huevá se cree, jura que todos aquí estamos preparándonos para morir por el sueño bolivarista o alguna mierda por el estilo -... es por eso que no espero nada menos que la vida de parte de ustedes, ¡hasta la victoria!- y con esa frase cliché a cagar terminó el show.

Después de un rato se escucha el sonido de la liebre y todos se paran, toman sus cosas y se quedan mirando la puerta.

-Rapido, huevón, súbete- me ordenan

-Que hinchai, Alquinta, te creís jefe-

-A ver, subversivo de mierda-

-Cállate será mejor- se me acaban las ganas de putear, están todos tensos, inseguros y tiritones. A estos huevones se les va a escapar un tiro antes de tiempo y ahí no más nos quedó la onda revolucionaria.


Ya, vamos llegando. Siempre me imaginaba que antes de una misión así me pegaría una volada como de película gringa, en esa onda de los paracaidistas antes de caer en suelo nazi o algo así. La verdad es que no veo nada, está todo oscuro, y con mucha cueva la veo el perfil a algún jetón arriba en la liebre: están todos tristes, medios distraídos, se les pasó lo valiente, lo choro y eso de morir por la causa, se les nota.

-Ya cabros, nos juntamos en el edificio Centro Sur después de que el viejo muera- Serían las ultimas ordenes, me imagino, por que estoy bien distraído: si me matan cagó mi vieja, dudo que estos, mis “compañeros”, le manden algo de dinero.

Todos se bajan del bus. La noche es una mierda, demasiado quieta, no se escucha casi nada. Las puertas se abren, tal cómo decían las instrucciones. Adentro hay un guardia que soltó el arma apenas nos vio. Un grupo va por una puerta grande de madera barnizada, cómo se nota que quiere ser presidente el viejito. Yo me voy por una puerta más pequeña, con el Gato y otros tipos. El pasillo está lleno de cuadros aristócratas, seguimos avanzando. El ruido se amortigua por el alfombrado, las armas suenan un poco. Me doy vuelta, ahí está el Gato con sus ojos expectantes; una puerta se está abriendo.

-¡La patria o la muerte!- retumba en el pasillo

-¡Suelta el arma!

-¡Ahí está el viejo!- fue lo ultimo que caché, o que se cachó. De ahí no pararon las balas. El Gato ni rasguño, pero se veían caer al resto, esos jetones sin importancia que igual se emocionan con el cuento. Yo saqué mi Luger: mucho más preciso y prolijo el trabajo. El cuerpo del viejo se bifurca en la mira. Se dio vuelta, viejo maricón, cagó. La pura sorpresa para mi que lo mató. No caché bien si cayó por mi impacto, pero lo rojo debió haber sido sangre. En todo caso ahí está tirado el cuerpo, detrás del escritorio, se le ven las pantorrillas y del otro lado los dedos hinchadísimos, intentando alcanzar algo, me imagino.

-Rápido, Gato, pícala-

-¿Cagó el viejo acaso?- pregunta, muy inquisidor, mientras presiona el gatillo

-¿No lo veí tirado, acaso?-

-Le pegaste un tiro, entonces- aseveró

-Si, huevón- afuera, comenzaron a sonar las balisas- Gato, vámonos-

Salimos del pasillo, pasando los cuadros hasta que su contenido se deformaba por el cejillo del ojo. A todo dar. Tras la puerta de roble alguien sale y se queda apuntando al umbral. Buscamos la salida de atrás, que era lo más directo al escape que teníamos.

El pasamontañas me ahoga, atrás suenan los fusiles, las balisas, los gritos y las consignas. Derecho por la avenida Oriente. Luego quebramos y subimos hasta el departamento Centro Sur. Me cago de calor, nunca más hago el baile este con tanta huevada puesta. Los pacos nos comenzaron a seguir, chucha. El Gato debería venir pegadito a mí, se está quedando atrás.

No hay comentarios: